Para esta semana teníamos que crear unos cuantos títulos y elegir uno de ellos para escribir un pequeño relato. En mi caso aproveché para empezar a escribir una de esas ideas que estaban en mis notas como dos líneas desde hace tiempo. Espero sacar tiempo para seguir con esta historia en cuanto acabe con el primer caso de la inspectora Diana.

El último druida

Zacarías estaba echado contra la pared de un sótano con las piernas cruzadas. Su hija Nora descansaba sobre su regazo. La niña pesaba tan poco y respiraba tan despacio que casi parecía una muñeca. La vida abandonaba sus cuerpos de forma inexorable. Estaban hambrientos y llevaban ya varios días sin agua. Escapar de los caníbales que asaltaron su refugio les había dejado exhaustos y sin provisiones.

Acarició el pelo rubio y quebradizo de su pequeña. Solo podía rezar para tener fuerzas suficientes para enterrarla.

—Daría lo que fuera para que hubieras crecido en un mundo seguro como yo —Agarró su manita—. Cualquier cosa.

De pronto le llegó un aroma a hierba mojada y flores. El aire enrarecido del lugar desapareció, sustituido por una suave brisa que transportaba un embriagador aroma. La temperatura subió hasta la de un cálido día de primavera. Miró a su alrededor. El suelo del sótano estaba cubierto por completo de césped y gruesas enredaderas habían cubierto las paredes y no era capaz de ver ni el lugar por donde habían entrado.

Una mujer estaba en el centro de la sala. «Ya está. He muerto». Quería ver como estaba su hija pero no podía apartar los ojos de la recién llegada.

Miraba hacia el suelo pero pudo apreciar la cantidad de arrugas que recorrían su rostro. Su cabello caía como una cascada hasta casi rozar el suelo, parecía estar formado por hilos de plata y oro. Parte de su melena cubría sus pechos, aunque dejaba ver sus hombros desnudos y una barriga llena de estrías. Llevaba una falda larga hecha de diferentes flores. Sus pies desnudos eran lo único que se movía en ella, apretaba con los dedos la hierba bajo ellos.

—¿Qui… qui… quien eres?

—¿De verdad harías cualquier cosa por una vida mejor para tu hija? —La voz de la mujer parecía venir de todas partes. Zacarías sintió como si una suave brisa de mar le rozara la piel.

—Sí.

Ella levantó la cabeza. Un escalofrío le recorrió la espalda. Los ojos que le devolvieron la mirada no tenían pupilas. Eran por completo del color de la arena de una playa tropical.

Se acercó a él caminando de forma que más que andar parecía que se deslizaba por el manto vegetal. Cogió a Nora en brazos sin que Zacarías pudiera hacer nada para resistirse. La llevó al lugar donde había aparecido. Le dio un beso en la frente. La niña recuperó de inmediato el color en sus mejillas. La musculatura y la grasa perdida desde los días del apocalipsis regresó a su cuerpo. La dejó en el suelo.

Zacarías la vio sonreír. No recordaba la última vez. La mujer le puso la mano en el hombro a Nora. Esa sonrisa quedó capturada en la estatua de piedra verde brillante en la que se había convertido.

—¿Qué has hecho? —gritó.

Intentó levantarse, pero cayó de lado. La mujer se acercó y le ayudó a sentarse. No le quedaban fuerzas, estaba a su merced.

—En ese estado tu hija estará a salvo —dijo, acariciándole la mejilla— Necesito que hagas algo por mí. Regresa victorioso y tendréis un hogar perfecto para siempre.

—¿Qué puedo hacer yo por ti? —preguntó. Estaría llorando si quedara algo de humedad en su cuerpo.

—Estoy atrapada. Estoy usando mis últimas energías para poner en marcha mi rescate.

Le dio un beso en la frente. Al igual que había ocurrido con Nora la salud regresó a él. Corrió hasta la estatua y la abrazó, llorando.

—Dime dónde tengo que ir a buscarte.

—No lo sé —respondió, con la voz muy baja.

Se giró y la vio de rodillas moviendo las manos. Unas enredaderas dejaron libre la entrada.

—Cuando cruces la puerta, el sótano quedará sellado —hablaba tan flojo que tuvo que acercar su oído a la boca de la mujer— Fuera te espera mi única aliada. Juntos debéis averiguar como salvarme.

Iba a hablar pero ella le puso un dedo helado en los labios.

—Ya no me quedan fuerzas. Ve, pues ahora eres mi último druida.

La mujer estalló en cientos de pétalos de amapola.

Se levantó y le dio un beso en la cabeza a la estatua de Nora. Abandonó el sótano. Las enredaderas agarraron los escombros del sótano y cubrieron por completo la entrada.

Salió al exterior. Miró a su alrededor buscando a la persona que le ayudaría. Quedó paralizado al ver a un loba que le miraba fijamente subida al esqueleto de un coche.

—¡Venga ya! ¿Una loba? ¿En serio?

—Sí y más vale que espabiles. Tenemos mucho trabajo para rescatar a Gaia —respondió la loba con una voz grave de mujer.


Si tenéis curiosidad estos son los otros títulos que se me ocurrieron:

  • Una mente atormentada
  • La búsqueda de la verdad o como no llegar nunca a la meta
  • Todo lo que siempre quiso saber sobre como cortejar a una alienígena
  • Nora

por McAllus

Soy Isaías, conocido en redes como McAllus. Jugador de rol, juegos de mesa y videojuegos. Adoro leer y escribir.

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