Esta semana teníamos seis títulos que nos dió la profesora y elegir dos de ellos como fuente de inspiración para escribir 20-25 lineas de un par de textos. Después de cada relato os dejaré el título en el que me inspiré para cada uno.
La herencia
Hace tres semanas recibí una llamada de George Stevenson, el abogado de la señora Melissa Warrington. Resultó que era su heredera, su última familia viva a pesar de la distancia. No podía creer que fuese a heredar tierras y una pequeña mansión. El abogado me insistió que tendría que pagar muchísimo dinero en impuestos si aceptaba la herencia, pero que dada la lejanía del parentesco no estaba obligada ni legal ni moralmente.
Le dije que no importaba que si hacía falta vendería el piso que tenía en el centro de Jacksonville y me iría a disfrutar de una nueva vida. Total, acababan de despedirme del trabajo y la mansión está a solo una hora y pico de la ciudad por lo que podría seguir viniendo a ver a mis amigos.
Cuando se lo conté Jack se puso muy contento pero Caroline tuvo sus dudas, pensaba que podría ser una trampa o un intento de llevarme a en medio del campo para trata de blancas o tráfico de órganos. ¡Qué alarmista es siempre esta niña! Al final los dos accedieron a venir conmigo.
Cuando llegamos el sábado temprano nos recibió Alfred, un amigable anciano. Resulta que era el antiguo mayordomo de la que yo había empezado a llamar tía abuela. Nos contó que Stevenson había tenido que ir a atender un asunto familiar pero que el lunes a primera hora estaría aquí para firmar todos los papeles. Mientras nosotros podíamos disfrutar de la casa. Alfred nos entregó la docena de llaves y se marchó a disfrutar de su jubilación.
Avisamos a unos cuantos colegas más del campus y montamos una pedazo de fiesta. Ojalá no lo hubiera hecho.
Aquí estoy ahora, encerrada en una de las 14 habitaciones de la mansión esperando que el asesino se de por satisfecho tras acabar con todos los invitados… y con Jack. ¡Qué muerte tan horrible la suya!
Sujeto la mano de Caroline, mientras la vida escapa de ella. No va a durar hasta dentro de unas horas que debería llegar el señor Stevenson. ¿Sabría esto el maldito abogado y por eso insistió tanto en que no aceptara la herencia? ¿Si es así, por qué no me lo dijo directamente? Aprieto más fuerte su mano al escuchar cómo ese monstruo arrastra el hacha por el pasillo al otro lado de la puerta.
Fiesta de pijamas
Aquella noche, cuatro amigos, Kevin, Joshua, Clint y Kate, quedaron para usar un viejo libro de invocación que Clint había encontrado entre las posesiones de su difunta abuela. Aprovecharon que la casa de Kevin y Joshua estaría libre de padres aquel fin de semana para la sesión nocturna de brujería.
Después de una cena compuesta por tres pizzas familiares del Domino’s, subieron al desván. Los gemelos habían dejado el desván preparado en cuanto se fueron sus padres y antes de que llegaran Clint y Kate. Un enorme círculo de velas rodeaba todo el centro despejado del viejo desván. En el centro una caja serviría como improvisado altar, sobre ella había un cuenco decorado con flores de porcelana blanca. Cuatro polvorientos cojines servirían de asiento para los amigos.
Clint comenzó a repasar el texto del libro. Kevin sujetaba una bolsa, cuyo contenido se movía lanzando leves quejidos. Los demás encendieron todas las velas. Sus llamas, oscilantes por las corrientes de aire del desván, proyectaban por todas las paredes sus sombras.
Ya estaban listos.
Clint comenzó a leer las extrañas palabras del libro mientras Kate sacaba el viejo caniche de la horrible vecina de los gemelos. Cuando estaba llegando al final del texto, Clint hizo una señal y Kevin le rajó el cuello al perro.
Joshua no pudo evitar cerrar los ojos y que se le escaparan unas lágrimas por el pobre animal. Kate sonrió cuando la sangre del perro cayó en el cuenco y sobre ella. Clint terminó de recitar las palabras mientras el perro agonizaba… y no pasó nada.
Qué estúpidos habían sido pensando que funcionaría un ritual para atar a un demonio de los cruces de caminos al que pudieran pedirle un deseo cada uno. Kevin le increpó a Clint diciéndole que había leído algo mal. Ella sugirió ir a por el gato callejero que solía rondar los cubos de basura. Joshua se giró para que no lo vieran llorar.
Fue así como con los ojos vidriosos vio una sombra deforme, que no correspondía a ninguno de ellos, acercarse a la de Kevin y envolverla. El grito desgarrador de Kevin, mientras se abría una herida en su brazo, fue solo el primero de los muchos que se escucharían esa noche en el desván.