Sigo sacando los relatos del taller atrasados. En este caso corresponde a la semana 26 en la que la tarea de casa era poner un canal cualquiera de la tele sin volumen y escribir cualquier cosa que nos inspirase.

En mi caso no tengo antena ni TDT en casa así que tiré de la televisión de Samsung en la tablet y elegí un canal al azar. Me tocó una telenovela, cuyo resumen y «opening» me inspiro el siguiente texto (no fui capaz de aguantar más… y eso que era sin voz).

Mariano miró una vez más el móvil. Seguía sin haber respuesta a sus mensajes y llamadas. Miró hacia la casa más allá del jardín. Un gallo cantó cerca. Sintió una presión en el pecho, aún así echó a andar muy despacio hacia la casa. Llamó con suavidad a la puerta usando los nudillos.

Al poco rato, abrió la puerta una mujer muy bajita pero robusta, vestida con una bata rosa. En su cara habían empezado a aparecer las primeras arrugas, que hacían juego con un pelo largo en el que las canas estaban ya ganando la batalla al dorado. Pero los ojos de Mariano se fueron directamente al parche que tapaba su ojo izquierdo.

—Buenos días, me llamo Mariano y…

—Sé bien quien eres. Mi sobrina nieta no quiere verte— le interrumpió, mientras cerraba la puerta.

El hombre sujetó con firmeza la hoja. «Así que esta es Luisa Fernanda».

—No la creo, señora —Mariano empujó un poco más la puerta—. Sé que usted se opone a nuestra relación así que será Cecilia la que tenga que decirme que no quiere verme.

La mujer intentó empujar un poco más la puerta.

—¡Pablo! ¡Pablo! —gritó Luisa.

Mariano giró la cabeza hacia la izquierda por donde apareció girando la esquina de la casa un hombre. Era tan alto como ancha era su panza- Llevaba una cesta sujeta en sus enormes manos.

—¿Qué pasa, tía? —preguntó hablando muy despacio, como si le pesaran las palabras.

—Este joven nos está amenazando a Cecilia y a mí.

Pablo dejó caer su carga de la que rodaron varios huevos que se rompieron al caer. Cerró los puños, cubiertos de suciedad, y avanzó hacia Mariano con el ceño fruncido.

—Tranquilo, ya me voy —El joven dio unos pasos hacia atrás. Pablo era lento de entendederas, pero podía atravesar una pared de un puñetazo.

Llegó hasta la acera sin problema. El hermano de Cecilia se había quedado junto a Luisa.

—Que sepa que esto no ha terminado, voy a avisar a la policía porque estoy seguro que retiene a Cecilia contra su voluntad.

—Haz lo que quieras, muchacho. Nadie va a creer a un sucio mestizo.

Mariano tuvo que morderse la lengua para no hacer o decir algo de lo que pudiera arrepentirse. Luisa escupió al suelo. Y luego le dijo algo al oído a Pablo, que se volvió con su andar lento y pesado a recoger el canasto.

Se quedó mirando un rato más la casa. «Te daré el hogar que mereces, Ceci». Cerró los ojos por un momento, subió a su vespino y se alejó por la calle desierta.

por McAllus

Soy Isaías, conocido en redes como McAllus. Jugador de rol, juegos de mesa y videojuegos. Adoro leer y escribir.

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