Esta semana debíamos escribir un retrato psicológico y físico de un personaje. En mi caso aproveché para escribir lo que sería el epílogo de un relato medio largo que estoy escribiendo. Por tanto, puede considerarse un spoiler pero como lo importante de ese relato es la investigación y de eso aquí no se mencionan detalles creo que es aceptable compartirlo ahora.
El Director entró en la sala de reuniones diez segundos antes de la hora de inicio. Cerró la puerta y cruzó los brazos detrás de la espalda. Se situó en la cabecera de la mesa.
– Empiecen –dijo mientras el reloj marcaba la hora exacta de la convocatoria.
– En la sesión de hoy vamos a traer la candidatura de Diana González Serrano, propuesta por el agente de campo Duarte –comenzó la analista.
Pulsó la pantalla de la tablet y la enorme pantalla que se encontraba al otro lado de la habitación mostró tres fotos de una mujer de treinta y tantos años. En la primera de ellas, de tipo carné, Diana tenía el pelo moreno en una melena corta que llegaba a la altura de las orejas. Sus ojos avellana, miraban directamente a la cámara. Llevaba un maquillaje muy discreto.
La foto que ocupaba el centro de la pantalla mostraba a la mujer de pie, pisando la espalda de un hombre que estaba tirado en el suelo. El hombre iba vestido de negro de los pies a la cabeza con la cara cubierta con un pasamontañas mientras que Diana iba vestida con camisa, pantalón y chaqueta de traje completamente sucios y llenos de roturas.
En la foto que ocupaba el lado derecho de la pantalla Diana estaba vestida con unas mallas de gimnasia y un top ajustado que dejaba ver sus marcados abdominales. Estaba en posición de guardia de boxeo con unos guantes color violeta.
– La señorita González es inspectora de la policía nacional en Madrid –La pantalla cambió a una nueva diapositivas con datos personales– Tiene 38 años, soltera, metro setenta y tres de altura y setenta kilos de puro músculo. En su última revisión médica oficial tuvo unos resultados excelentes en todas las pruebas.
– Por la segunda foto, deduzco que es la policía que se vio involucrada en todo el asunto de Guillermo Tell.
– Así es, señor –respondió el agente Duarte– Su ayuda fue inestimable para resolver la investigación y atrapar al asesino. Y además de los datos que ha presentado Estefanía debo añadir que tiene una agudeza mental envidiable.
– No te olvides de mencionar que es engreída, irrespetuosa y temeraria –interrumpió Hudson, con su peculiar acento tejano.
El Director se fijó en que el agente tenía un ojo morado, el labio partido y un brazo en cabestrillo.
– No, Hudson. Diana es segura de sí misma, directa y valiente –replicó Duarte, reclinándose en la silla y sonriendo– A ti lo que te pasa es que estás furioso porque Tell te dejó KO en dos segundos mientras que ella consiguió darle una paliza y arrestarlo.
– Parece que los dos estáis impresionados con ella de una forma u otra –intervino el Director– En cualquier caso a pesar de su ayuda en la investigación y sus obvias dotes físicas no creo que debamos reclutarla.
Mientras hablaban la analista había pasado a otra diapositiva donde se reproducía un combate entre Diana y un hombre que le sacaba al menos dos cabezas. Iban armados con dos palos de madera del tamaño de un machete e intercambiaban golpes sin parar.
– Según el informe de Duarte, la inspectora González ha visto más allá del velo –dijo Estefanía.
– Muchas personas tienen breves instantes de ver al otro lado. No sirve de nada que haya echado un vistazo. –objetó Hudson mientras se acariciaba el hombro herido con la otra mano.
– No ha visto fugazmente a través del velo –dijo Duarte poniéndose en pie y elevando la voz – ¡Lo ha rasgado por completo! Y sabéis lo que eso significa
– Duarte tiene razón. Si no reclutamos a una despertada, acabará muerta o en alguna de las otras organizaciones que, como nosotros, saben la verdad –Estefanía apagó la pantalla y elevó en un punto la iluminación de la sala.
– De acuerdo –asintió el Director abriendo la puerta – Concertad una entrevista para que conozca a la inspectora en persona.