Para este día 3 regresamos a mi mundo de fantasía. Aprovecho para compartiros en exclusiva el que será, tras una buena revisión, el primer capítulo de una novela que quiero escribir y es que lo de las cartas le viene que ni pintado. (hay un prólogo sin terminar de escribir antes de este episodio).

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Onises dio una última pincelada al retrato de una mujer joven de pelo plateado y ojos rasgados grises. No pudo evitar una pequeña sonrisa al fijarse en las orejas levemente puntiagudas de las que Ansira siempre se había sentido avergonzada. Si vieras este cuadro seguro que me regañabas por no haberte tapado las orejas con la melena

Por más que había practicado durante los casi 5 años pasados de la muerte de su amante, seguía sin capturar su belleza sobrenatural. Otro fracaso más en mi larga lista. Onises suspiró mientras comenzaba a recoger el material de pintura. 

Al terminar, se estiró y echó un vistazo al jardín y una nueva sonrisa se le escapó. Si estuvieras aquí me dirías que no entiendes como puedor sentirme infeliz con todo lo que he conseguido, aunque te defraudaría la manera en que lo obtuve.

Dejó el caballete para que lo recogieran luego y se fue con sus pinturas y el cuadro camino a la casa. Respondió con un gesto de la cabeza el saludo del guardia que patrullaba el exterior de la vivienda y se dirigió a su despacho. 

Al entrar se fijó en las cuatro cartas que le esperaban en su escritorio. Todo el personal sabía que no debían molestarle en sus ratos de pintura por lo que el mensajero debió entregar las cartas sin ver a Onises. 

— Leena tráeme un vino caliente y algo de queso — pidió a la doncella que siempre estaba cerca aunque no pudiera verla. 

Onises miró las cartas y al ver los sellos de sus agentes supo que traían noticias de los que fueron sus amigos hace años.

— No sé porque mandé a esos hombres a buscaros — susurró mientras barajaba los sobres — La tristeza de celebrar el quinto año sin Ansira, supongo. 

— ¿Me decía algo, señor?

Leena estaba entrando por la puerta con una bandeja. Onises siempre se sorprendía lo alta y robusta que era la muchacha a pesar de tener solo 14 años. Había sustituido a su madre cuando esta murió de unas fiebres hacía tan solo unos meses y Onises a veces aún la confundía por lo mucho que se parecían. 

— No, solo pensaba en voz alta. Deja las cositas en esa mesita y luego ve a recoger el caballete que he dejado en el jardín. 

Leena asintió, dejó rápidamente las cosas y se marchó a cumplir con sus quehaceres. 

Cuando miraba a Leena pensaba en los tiempos en que tenía esa edad y a veces fantaseaba con la idea de una familia y vida normal. Pero mejor que no fue así, porque sin mi complicada infancia nunca hubiera obtenido las habilidades que me llevaron a conocerte y me han dado todo lo que tengo

Se acercó a la mesita y tomó un sorbo del vino caliente especiado. Le da exactamente el mismo punto que su madre. Mordisqueó un poco de queso con pan antes de girarse de nuevo hacia el escritorio y mirar las cartas que había vuelto a dejar allí. 

Ilustración en blanco y negro de un par de manos. La mano izquierda sujeta una carta, la mano derecha un abrecartas y al fondo se puede ver la silueta de una mesa donde descansa otra carta.

Agarró el abrecartas y se quedó unos segundos inmóvil. Sacudió la cabeza y recogió la primera de las cartas. Aún tardó unos instantes en atreverse a abrirlas pero no la sacó del sobre. ¿Por qué tengo tanto miedo de saber de vosotros?

Fue con las cartas al sillón que estaba al lado de la mesita con el vino. Tomó asiento y bebió un largo trago a la vez que se alegraba de que la cría hubiera calentado una jarra grande y no solo una copa. Por fin, se atrevió a sacar la primera. 

«Sargento, encontré a Sir Gustav Blackmore y su esposa Lady Vivian en una humilde granja en el pueblo conocido simplemente como Villa de la Encrucijada en el Condado de la Rosa. Ella está embarazada, de unos seis meses según los pueblerinos con los que hablé. Tienen un pequeño huerto y algunos animales para su propio consumo. Sir Blackmore trabaja de ayudante de herrero, aunque por la edad de su maestro probablemente pronto se quede con su trabajo porque ya lo hace casi todo.»

Onises dejó la carta, llenó la copa de vino y la levantó como en un brindis. 

— Enhorabuena Gustav y Vivian, no sé cómo lo habéis hecho pero parece que tenéis una vida de paz y un bebé en camino — bebió un trago — De verdad que pensaba que seríais los últimos que buscaríais eso y aún menos que iríais a vivir en las tierras expropiadas a los Blackmore.  

No se le iba la sonrisa de la cara por como las cosas habían ido para su comandante. Recogió la segunda carta deseando noticias similares de su siguiente amigo. 

«A la atención de O. A.: Me llamo Sir Cristian Pietros de la Orden del Dragón Esmeralda. Le escribo desde el castillo que mantenemos en la frontera de Lythina con las Tierras de Obsidiana. 

El motivo de esta carta es que su agente, Henry, insistió en adentrarse en las tierras malditas que nosotros vigilamos. Me pidió que si no volvía en una semana, cosa que yo tenía claro que no haría, que, por favor le escribiera informándole de que es aquí donde se encuentra su objetivo.

Espero que no mande a ningún otro agente buscando ese “objetivo” porque ya le aviso que no dejaré pasar a nadie más hacia una muerte inevitable.»

A Onises le hubiera gustado sorprenderse cuando leyó que Fenton Inverston se había dirigido a las Tierras de Obsidiana. Estabas obsesionado con el poder y a pesar de que tú no perdiste a ningún ser querido en nuestra última batalla, creo que fuiste el que peor llevó la derrota

Levantó la copa e hizo un pequeño brindis. 

— Por tí, viejo gruñón — apuró la copa — Me gustaría pensar que has encontrado lo que buscas, pero probablemente tu cuerpo se haya unido a las hordas de zombies que se mueven por ese oscuro lugar. 

Dejó carta y copa en la mesita y escogió de inmediato la siguiente carta pues de quienes más deseaba saber aún no había leído.

«Señor, tal y como sospechábamos Romen y Dominic nunca se separaron. Estuvieron trabajando de mercenarios en diferentes conflictos hasta que alguien les contrató hace un par de semanas para robar una reliquia de la catedral situada en plena capital imperial. 

Fueron capturados por los templarios y enviados al Condado de la Rosa para trabajos forzados en la construcción del mayor templo del mundo. Para cuando recibáis esta carta seguramente ya llevan trabajando una o dos semanas.»

Onises estrujó la carta. Maldita sea, otra vez un robo que se os va de las manos… pero esta vez no contabais conmigo para arreglarlo todo. Rellenó de nuevo la copa apurando el contenido de la jarra. 

Miró la espada corta y la daga que estaban sobre la chimenea del despacho. Y a continuación posó sus ojos sobre la armadura de cuero tachonado que vestía a un maniquí. ¿De verdad me lo estoy planteando?

Devolvió su atención a la última carta y la abrió con prisas. Ansel, espero que me den buenas noticias sobre ti. Porque si alguien puede ayudarlos eres tú. 

«Mi señor, he conseguido localizar a Ansel sin demasiados problemas. La mayor parte del tiempo pasado desde que os separasteis estuvo retirada en un templo del Dios del Valor y la Justicia en el Condado Urokthar. 

Hace alrededor de un año se marchó camino al Condado de la Rosa donde juró veneración al Dios Verdadero abandonando su vieja fe, como tantos otros en el Imperio.

Ahora sirve como templaria protegiendo la primera iglesia construida en las tierras imperiales más allá del mar, aunque no conozco el lugar exacto. Estoy esperando un barco que pueda llevarme para seguir investigando.»

Había leído la carta con la boca abierta y sin darse cuenta había volcado el contenido de la copa por la alfombra. 

Esto no es posible, si la fe y tú erais uno. Hermana, ¿qué te ha pasado para caer en la falsa fe de ese nuevo dios? ¿Por qué no me buscaste? ¿Por qué no me preocupé antes por vosotros?

Onises ya había tomado una decisión. Se levantó y lanzó las cartas al fuego. Nadie debe saber que me propongo. 

— ¡Leena! ¡Richard! ¡Rápido tenemos mucho trabajo!

Leena fue la primera en llegar, enarcando la ceja al ver la mancha en la alfombra. 

— Necesito que prepares algo de ropa y provisiones para ti y para mi para un viaje bastante largo. — Cuando Leena estaba abriendo la boca, la interrumpió. — No hay tiempo para preguntas, te pondré al día durante el viaje. Ve a decirle a tu primo que nos prepare mis dos mejores caballos. 

Leena asintió despacio con los ojos un poco llorosos y salió corriendo a cumplir las indicaciones mientras casi chocaba con Richard. El hombre estaba completamente calvo y se movía despacio debido a su avanzada edad aunque conservaba un brillo despierto en sus marrones ojos. 

— Voy a tener que ausentarme unos meses. Aunque los negocios funcionan de forma prácticamente autónoma, tendrás que encargarte tú de comprobar que nadie mete mano donde no debe. 

— Vamos, que siga haciendo lo que hacía hasta ahora — le contestó casi riéndose el anciano.

Cualquier otro que le hablara así se habría llevado una buena reprimenda pero Richard fue la única persona que le trató bien en su juventud, antes del ejército, y lo había buscado para convertirlo en su mano derecha cuando levantó su particular red comercial. 

— ¿Puedo preguntarte si el asunto es empresarial o personal?

— Es personal, algunos de mis viejos amigos me necesitan. 

— Ya te dije cuando viniste a buscarme que esas andanzas tuya en el ejército te habían convertido en un blando. 

— Cállate, viejo — le soltó Onises mientras le abrazaba —  Espero que todo siga en pie a mi regreso. 

— Estará mejor que nunca sin ti metiendo las narices. 

Mantuvieron el abrazo unos instantes en silencio antes de que Richard se apartara y saliera de la habitación. 

Onises recogió sus armas y la armadura. Realmente me cambiasteis, me hicisteis mejor y por eso ahora voy a salvaros.

Ilustración a color. Sobre fondo azul se puede ver el texto Cartas y pintura. Hay cuatro carta de una baraja francesa, una serie de pinceles, lápices y botes de pintura.

por McAllus

Soy Isaías, conocido en redes como McAllus. Jugador de rol, juegos de mesa y videojuegos. Adoro leer y escribir.

Un comentario en «Escritober 2024 Día 3: Cartas»

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