Leire se lanza desde el muro que rodea el edificio de la universidad que acaba de allanar. Cae con gracilidad casi deslizándose por la pared, rueda justo al tocar el suelo y corre entre las sombras fuera de la plaza de Arkan.
Lleva poco tiempo en Gormalak pero su fama ya se ha extendido por los bajos fondos como la mejor ladrona que ha pisado la ciudad en mucho tiempo.
En cuanto abandona la plaza, comienza un trote ligero que la lleva a dos calles de distancia, donde cambia a caminar con la calma de quien disfruta una bella noche de luna llena.
Tiene que pararse un par de veces para orientarse porque aún se despista algunas veces dado el tamaño de la majestuosa urbe.
No puede evitar acariciar la bandolera donde lleva los preciados pergaminos. Son unos simples dibujos que conectan figuras con líneas que ella no entiende, ni ganas de entenderlos, se dice, solo le importa la enorme bolsa de centellas que le espera al terminar.
Se encuentra fantaseando en lo que piensa comprar usando la recompensa, cuando un estruendo enorme retumba por la ciudad, seguido de salvajes temblores.
La calle por la que camina se parte en dos por completo, haciendo que Leire casi pierda el equilibrio. Los gritos resuenan por todas partes, ya que trozos de casas han caído en las enormes zanjas, de las que Leire al asomarse no es capaz de ver el fondo.
La ágil ladrona calcula mentalmente cuántos eslabones la separan del otro lado de la grieta. Saltar es la única manera de continuar a su destino. Se siente confiada pues ha saltado distancias mayores entre tejados. Se aleja del borde, corre y salta.
Llega al otro lado ajustada pero sin riesgos; mientras respira aliviada un nuevo temblor casi hace que caiga hacia atrás.
Leire se aleja corriendo de la grieta para llegar a una plaza. La cruza a toda velocidad, aunque no puede evitar fijarse en una estatua de Los Iguales en el centro de la esplanada. Ve a un elfo vestido con harapos agacharse y recoger una cadena.
Y antes de ver nada más ya ha llegado al otro lado. Tras cruzar la siguiente intersección por fin entrará en la calle que le llevará a su empleador. Desafortunadamente, al girar la esquina, Leire se golpea contra un hombre de anchas espaldas, vestido con ropas sucias y una armadura de cuero..
El choque provoca que su bandolera salga volando y ella caiga de culo. Al levantar la mirada puede ver cómo el hombre se gira y la observa pasándose una gruesa lengua por su hocico de hiena.
Se sabe muerta antes incluso de que el ser levante la pesada maza que lleva en su mano derecha y cierra los ojos resignada.
Aún estando indefensa el golpe no llega y abre los ojos justo a tiempo para ver cómo un hombre de complexión ligera está sacando un estoque y una daga del cuerpo ensangrentado de su asaltante.
Leire respira agitada mientras el espadachín se acerca a ella.
— ¿Estás bien? — pregunta tendiéndole la mano.
Leire asiente aceptando la mano sin pensar, pues solo le preocupa ver donde ha caído su bolsa. No muy lejos por lo que ve que está siendo registrada por un muchacho joven que debió aparecer durante el altercado.
Leire va a gritarle que esa bolsa es suya y que aleje sus manos, pero de su boca solo sale una burbuja de sangre.. Aún está tan tensa por la emoción de la huida que no ha notado como el puñal de su rescatador le ha perforado las entrañas.
Bajo la capucha puede ver el apuesto rostro de quien la contrató para el robo, justo antes de exhalar su última bocanada de aire y entrar de lleno en la Gran Corriente de Almas que la llevará al plano del Destierro.