Está semana debíamos llevar al taller de escritura un monólogo interior. En mi caso, tuve la necesidad de soltar todo lo que llevaba dentro justo en esos días.
Sé lo que significa esta presión en el pecho. No es la primera vez e imagino que no será la última. Conozco mi particular mantra para alejar el ataque. Inspiro despacio. Espiro despacio. No me pasa nada. Inspiro. Espiro. La presión en el pecho disminuye. Tengo que sentarme. Inspiro. Espiro.
Arya se apaga. Van a dormirla. Es por su bien. Sus pulmones no pueden más. Fui a despedirme y no paraba su ronroneo mientras la acariciaba. No quiero llorar otra vez mientras lo recuerdo. Pero me da igual y necesito dejarlo escapar todo. Quiero a esa gata como si fuera mía. Casi dieciocho años viéndola varias veces al mes. Otra vez la presión. Inspiro. Espiro. Inspiro. Espiro.
Será mejor que prepare una tila. Sacaré el lexatín por si acaso. Aunque no quiero volver a tomarlo. Quiero concentrarme en las burbujas del agua. No quiero pensar. Inspiro. Espiro. No puedo dejar de pensar en Arya. Inspiro. Espiro. Será mejor que me vaya con la tila a la cama. Inspiro. Espiro.
Miro a mis gatas y la presión del pecho aumenta. Si lo paso mal con la gata de mis tíos… voy a querer morirme cuando llegue el momento de las mías. Inspiro. Espiro. Acaricio a Daenys y Galadriel. No puedo detener las lágrimas. Necesito distraerme así que decido leer algo. La Piedad de los Dioses, que recogí ayer, es la mejor opción. Inspiro. Espiro. Mi mente se diluye en las palabras de James S.A. Corey.
