Summus sonrió desde el muro al que había conseguido encaramarse sin que le vieran los guardias. Era muy sigiloso y encima hoy la niebla le había ayudado. Ahora solo faltaba buscar la entrada al interior de la casa.
Se colocó en una sombra proyectada por las lámparas que los serenos habían encendido antes del anochecer. Miró las ventanas de ese ala de la casa y allí vio una sombra proyectada por una solitaria vela del pasillo superior. Sonrió. Al instante siguiente emergió en aquel lugar como si se una puerta se tratase.
Su objetivo estaría muerto antes de la medianoche. Y él caminando entre sombras estaría lejos de allí antes de que el cuerpo se hubiera enfriado.